30.
Sedujiste cada poro del lienzo de mi piel, plasmando poesía con el vaivén de tus pestañas y dos faroles parlanchines que desarmaron todo. Dejaste tu huella dactilar impregnada en cada recorrido de tu lengua por mi cuello, como columna serliana por tus incontables besos ofrecidos. Hilvanaste cada uno de mis pensamientos y diseñaste tu alfombra persa, rica en colorido, más carente de contenido porque no estaba ahí. Encontré mi norte, hacia el sur, aislado y absorto: donde ya no puedes verme.